miércoles, 21 de abril de 2010

OTRA VEZ ESTA AQUI

Otra vez está aquí y yo sigo con el turno de noche.

También es mala suerte.

Tres veces seguidas.

Su cena parece un ritual, no toma ningún tipo de aperitivo, pide ensalada de queso de cabra y carpaccio de ternera con foie, e incomprensiblemente lo riega con “Vi de gel”, sin duda lo más parecido a un pecado mortal.

Luego los cafés. Hasta tres. El último nunca antes de las dos.

* * *

Otra vez está aquí y yo sigo con el turno de noche.

También es mala suerte.

Cinco veces seguidas.

Una primera mirada, nunca te revelaría lo borde y prepotente que puede llegar a ser. Su pelo de buen corte, algo descuidado al peinarse, junto con el grueso bigote, confieren a su cara un aspecto amable.

La categoría de su traje está a la altura de un Armani, la pajarita siempre de seda, sus Lottuse y un discreto Rolex de oro que rara vez le asoma a través del puño de la camisa.

A las tres de la mañana, cuando le ayudo a ponerse su abrigo de pelo de camello, está impoluto, exactamente igual que cuando entró.

* * *

Otra vez está aquí y yo sigo con el turno de noche.

También es mala suerte.

Siete veces seguidas.

Son las dos de la mañana, en estos momentos estamos en el restaurante él y yo solos. La cocina ha cerrado hace una hora y ya se han ido. Me pide el último café, como siempre sin un “por favor” o un ”lo siento ya sé que és muy tarde”. Juan, el camarero de la barra, me pasa el café y se despide.

Es el tercer café, todos sabemos que será el último por esta noche.

Yo me siento al extremo de la sala, las otras veces había permanecido de pie, como ordena el reglamente interno del restaurante. Pero hoy estoy un poco harto, y además cansado. Su mirada de desaprobación atraviesa el restaurante hasta instalarse en mi piel.

* * *

Otra vez está aquí y yo sigo con el turno de noche.

También es mala suerte.

Nueve veces seguidas.

Mis compañeros le llaman con sorna, “el expreso de las tres”. Entre nosotros dos, se ha establecido un diálogo no hablado sobre humillación, sobre deseos frustrados, sobre poder. Sus gestos, mesurados con la exactitud de un metrónomo, se amplifican a mis ojos hasta extremos no soportables.

Creo que es una lucha y creo que quiere joderme.

* * *

Otra vez está aquí. Es mi último día en el turno de noche.

Mañana no estaré.

Tú no lo sabes, pero ésta, es la última noche que vas a verme. El café que llevo en la bandeja es el arma que cambiará de manos el poder.

Son las dos y media y me acerco a ti porque me llamas. Algo te ha sentado mal, estás muy pálido.

Yo me siento a tu lado y te miro, tu brazo izquierdo se está quedando rígido y un tremendo dolor te invade el pecho. Te hablo de la “Gelistamina”, inodora e insípida y que solo siete gotas serán las responsables de tu muerte. Y te hablo de la generosidad, pero ya no puedes escucharme.

* * *

Otra vez está aquí y yo sigo con el turno de día.

También es mala suerte.

Tres veces seguidas.

Es una mujer de pelo rubio, y sus ojos verdes, fríos como el hielo, solo me hablan de desprecio...